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Opinion

En México asesinan a un periodista y hay ruido, pero siempre gana el silencio

OPINIÓN // El asesinato de Javier Valdez, una de las voces que más luchó contra el narcotráfico y la violencia, será enmudecido por los dueños del silencio. ¿Quiénes son?

No hay una atmósfera más silenciosa que los segundos que siguen al disparo de un sicario. Nadie lo espera en ese momento, aunque en algunos lugares como Sinaloa, México, todos sepan que es algo que en cualquier momento puede pasar. Esta vez, el turno fue para Javier Valdez, periodista del semanario impreso RíoDoce y corresponsal del diario La Jornada.

Después viene un ruido intenso: las ambulancias, la policía, la prensa, los comunicados, la rabia, el perfil, la columna, el pronunciamiento de la CIDH y la ONU y, claramente, no pueden faltar las declaraciones trasnochadas del Gobierno Mexicano: el Presidente Enrique Peña Nieto convocó a un cónclave de autoridades para decir lo mismo de siempre. Este ruido es importante, en ocasiones esperanzador (no en el caso de Peña Nieto) pero caduca al poco tiempo y vuelve el silencio.
La siguiente parte de la historia también la conocemos pero pareciera que no la entendemos. El miedo se instala —o se profundiza—, los investigadores judiciales adelantarán un par de entrevistas sin advertir que quienes pueden tener información tienen su voz secuestrada por los dueños del silencio. Es ridículo prometer una investigación imparcial y rápida cuando el costo de hablar es la muerte.

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Las autoridades revisarán las publicaciones del periodista asesinado pero, bien sea por falta de valor, o por exceso de complicidad, se rehusarán a ir en contra de los personajes que el periodista denunciaba. El colofón es triste: serán pocos los que se nieguen a olvidar y muchos los que se sumerjan en la amnesia que normaliza la violencia como una condición útil al ejercicio del poder. La toma de decisiones futuras en la sociedad y la discusión sobre asuntos de interés público es moderada por los dueños del silencio.

Con la muerte de Valdez, Sinaloa pierde a una de las voces que habló con más valor sobre el narcotráfico y la violencia. Valdez fue autor de varios libros, como Malayerba, Miss Narco, Huérfanos del narco y Narcoperiodismo. Muchas personas lo veían como un héroe o un maestro.
El peor resultado que traen este tipo de casos es el miedo. Muchas personas que se sienten indignadas o que quieren acabar con la injusticia, gente con talento y con buenas ideas, preferirá callarse.

¿Quiénes son los dueños del silencio en México? ¿A quién le reporta beneficios instalar una carnicería de periodistas? ¿Qué más tiene que pasar para que las autoridades desmantelen el turbio entramado entre poder criminal y censura? ¿Qué recursos faltan, o sobran, para revertir la tendencia de esta tragedia?

El caso de Valdez no es aislado. México es uno de los países más peligrosos para hacer periodismo. De acuerdo al ranking de Reporteros sin Fronteras, ese país es el número 147 de 180 países. A nivel de Latinoamérica, solo es superado por Cuba. Según Artículo 19 México, otros cuatro periodistas han sufrido el mismo destino que Valdez en 2017. Esa misma organización ha registrado que, entre 2000 y 2017, 105 periodistas, incluyendo a Valdez, han sido asesinados por ejercer la labor de informar.

En la FLIP conocimos a Javier Valdez en el año 2013: vino a ayudarnos a construir una estrategia contra la autocensura en Colombia. Allí empezó a encubarse la Liga Contra el Silencio, un puñado de periodistas que está disponible para contar los asuntos que se silencian en las regiones del país. Esta iniciativa se fundamenta en la solidaridad entre colegas y en la idea de que los violentos y los corruptos no pueden seguir callando los temas que le importan a la sociedad. Los periodistas y la gente en general debe seguir el ejemplo de Valdez, pero las autoridades también tienen que actuar. El tema no se puede agotar en declaraciones.

Hay que hacer algo distinto a lo que se ha hecho hasta ahora. Por el momento, todo indica que el único que persigue al sicario es el silencio.

* Asesor de dirección de la Fundación para la Libertad de Prensa.

** Esta es una columna de opinión, por tanto, no representa la postura de VICE Media Inc.