Descargué Tinder a mi madre y me arrepentí al instante

Un hombre casado le hizo un tatuaje.
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Antes de la pandemia, mi madre rumana se vino a Italia 3 meses de vacaciones —unas vacaciones que se pasó en gran parte viendo comedias románticas en Amazon Prime—. Mis padres se divorciaron hace 15 años y mi madre lleva soltera desde entonces, pero siempre ha dicho que quiere conocer a alguien con quien compartir el resto de su vida: alguien leal, que de vez en cuando le prepare el desayuno por la mañana.

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No soporto verla sola todo el rato, viendo películas o perdiendo el tiempo en Facebook, así que le descargué Tinder en el teléfono e hicimos un perfil. El primer hombre con el que habló, le dijo de primeras que estaba casado. Mi madre, obviamente, no comprendía cómo un hombre casado podía estar en una aplicación de citas, así que dejó de hablar con él.

Después, vino Dan*, un tipo con un montón de tatuajes y unos cuarenta y pico años, que también estaba casado. Pero no pasa nada, dijo él: podían ser amigos. Cuando quedó con él por primera vez, en un KFC cerca de casa, yo estaba muy nerviosa. Le había pedido a mi madre su número de teléfono y le dije que me escribiera de vez en cuando para saber que todo iba bien. Cuando llegó a casa, tres horas más tarde, yo me subía por las paredes.

Unos días más tarde, Dan le hizo un tatuaje en su casa. Mi madre ha sufrido mucho y se había prometido a sí misma que en 2020 se haría un tatuaje para mostrar que había superado las adversidades: un fénix. Yo puse los ojos en blanco, como si fuera la persona adulta de la relación, pero ella estaba feliz.

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El sutil tatuaje que le hizo Dan a mi madre

Siguieron siendo amigos, pero ella volvió a la búsqueda en Tinder. Conectó con Arvid, un noruego de ojos verdes con el que hablaba todos los días. Arvid le contó que su mujer había fallecido cinco años antes. Vivía en Londres con su hija, pero ahora estaba trabajando temporalmente en Turquía como ingeniero de tuberías subterráneas en Gazprom. También le dijo que era un romántico empedernido y que buscaba a su media naranja.

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No tardaron mucho en decirse que se querían. Quedaron en verse en Rumanía cuando el contrato terminara. Llegó incluso a enviarle una foto de su contrato como prueba.

Tardé dos segundos en darme cuenta de que era falso. Aunque Gazprom ofrece gas en Turquía, el contrato estaba lleno de faltas de ortografía, el nombre de Arvid parecía haber sido editado digitalmente y no había firmas. Por si fuera poco, no pude encontrar ni rastro de ningún Arvid Kare en Google, Facebook o Instagram.

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El contrato falso de Arvid

Intentó convencer a mi madre de que se borrara Tinder ahora que se habían encontrado el uno al otro. Le dije que pensaba que Arvid era muy raro y que quizás quería aprovecharse de ella o, peor aún, secuestrarla y obligarla a prostituirse. “¿Quién quiere tener sexo con una mujer de cincuenta?”, me soltó.

Como rumana, es normal ser paranoica. En 2018, un informe de la Comisión Europea señalaba a Rumanía como el peor país de la Unión Europa en cuanto a tráfico humano. Según un análisis de la Agencia Nacional contra el Tráfico de Personas de Rumanía, las víctimas de tráfico rumanas aumentaron un 29 por ciento entre 2018 y 2019, a 698. En casi 200 de esos casos, el traficante era una persona que no conocían. Un 74 por ciento estaban relacionados con el tráfico sexual. El informe también describe que a menudo las víctimas son engañadas por alguien que ya han conocido, mientras que solo un 4 por ciento de los casos se dan con desconocidos en internet.

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Por suerte, poco después, mi madre comenzó a sospechar. Insistí en que le pidiera una foto de su pasaporte. La envió al día siguiente, con su nombre y foto claramente editados con Photoshop. El pasaporte no tenía el fondo adecuado y el número de identificación inferior no coincidía con el superior.

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El pasaporte de Arvid, con todos los errores. Hemos difuminado algunas partes del pasaporte

Hice una búsqueda inversa en PimEyes —un buscador muy útil para imágenes y reconocimiento facial— de las dos fotos que había enviado a mi madre. El primer resultado fue una cuenta de Instagram de un tipo llamado Paul, un hombre gay que vivía en Inglaterra, no Turquía.

En su perfil, encontré todas las fotos que Arvid había enviado a mi madre: la “hija” de Arvid era en realidad la hija de unos amigos de Paul. Le mostré a mi madre lo que había descubierto y pude ver lo decepcionada que estaba.

Dos días más tarde, encontré a mi madre llorando en su habitación mientras hablaba por teléfono con “Arvid”. Le pedí que me pusiera con él. “Me llamo Kelvin”, dijo la voz al otro lado de la línea, un nigeriano de 28 años. “Quiero pedir perdón por no usar mi identidad real y por mentir. No tenía malas intenciones con tu madre”.

Me explicó que había fingido ser Paul porque no pensaba que a mi madre le interesase un hombre negro de 28 años. “Sabía que, si usaba mi foto, ella no estaría interesada en mí”, me dijo, antes de aceptar hacer una videollamada con nosotras por Skype. Entonces, nos contó que era un vendedor de coches y que planeaba decirle la verdad a mi madre cuando se conocieran.

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“No importa el color de tu piel, pero podría ser tu madre. ¿Lo sabes?”, dijo ella. Kelvin pidió disculpas de nuevo.

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Kelvin, haciendo Skype con nosotros desde Nigeria.

Le pregunté a Kelvin por qué buscaba una mujer rumana de mediana edad, pero tenía una corazonada. Las estafas nigerianas por internet son bien conocidas, y sobre todo a través de ligues y romanceste roban el corazón y el dinero—. Durante una operación policial en septiembre de 2019, casi 300 personas fueron arrestadas por todo el mundo por estafas organizadas, incluidos timos de romances y de loterías, según el Proyecto de Crimen y Corrupción Organizados. De esos 300, 167 eran de Nigeria.

“He oído que Rumanía es un buen lugar, con vistas y casas muy bonitas”, dijo Kelvin. A esas alturas yo me había hartado, así que colgué. Mi madre comenzó a reír y me dijo que solo había llorado porque se había emocionado con la disculpa de Kelvin. Yo estaba feliz de que no hubiese sido secuestrada.

El psicólogo Cezar Laurențiu Cioc, que entrevistó a las víctimas y los autores de estafas de romances, señala cuatro métodos comunes para robar dinero.

El primero es fingir ser un soldado estadounidense con un gran capital que quiere compartir contigo, pero necesita 3000 o 4000 dólares para sacar esos fondos. En otro, los estafadores asumen una identidad falsa para sacar dinero o robar objetos de valor a las víctimas. También, el conocido como el método “loverboy”, implica seducir a “chicas inocentes de zonas rurales” y prometerlas una vida mejor en Occidente, para luego venderlas en redes de trata de personas. El último, pero uno de los más utilizados, consiste en pedirle dinero a la víctima porque ha tenido un accidente y necesita ayuda.

Es posible que Kelvin quisiera robarle el dinero a una mujer soltera. También es posible que solo se estuviera riendo de mi madre. De cualquier forma, su historia sirve como un recordatorio de que no hay perder la cabeza por nadie en internet.

Ella ahora está mejor, pero se ha borrado Tinder.

*Nombre cambiado.