Fotos de Eveline Gerritsen
Fotos de Eveline Gerritsen
Actualidad

Los músicos de Beirut se enfrentan a un futuro adverso

A muchos jóvenes artistas no les queda otra opción más que marcharse del Líbano y unirse a las 14 millones de personas de la diáspora libanesa.

El 4 de agosto de 2020, un almacén explotó en el puerto de Beirut, la capital del Líbano. Cuatro toneladas de nitrato de amonio, almacenadas allí de forma peligrosa durante seis años, prendieron fuego, desencadenando una de las explosiones no nucleares más grandes de la historia. Más de 220 personas murieron, 6.500 resultaron heridas y 330.000 perdieron sus hogares. Los habitantes de la ciudad sintieron los temblores y vieron cómo estallaban los cristales de las ventanas. El bullicioso barrio que rodeaba el puerto, lleno de restaurantes y bares, quedó reducido a escombros.

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La explosión provocó una crisis dentro de otra crisis. El Líbano ya llevaba meses sufriendo una caída en picada de la moneda nacional y una tasa de desempleo cada vez mayor. El precio de los bienes importados se había vuelto inaccesible para el ciudadano promedio. La explosión también reavivó el llamamiento a una revolución política contra la élite corrupta, que dejó que la ciudad y la economía colapsaran.

La fotógrafa neerlandesa Eveline Gerritsen vivió como estudiante de intercambio en Beirut en 2010. Cuando se enteró de la terrible noticia, se puso en contacto con un antiguo grupo de estudio para preguntar cómo podía ayudar. Junto a su amigo Rawad Kansoun, ahora profesor de Estudios Cinematográficos en la Universidad Internacional Libanesa, lanzaron un proyecto fotográfico llamado Nightingales of Beirut, que se centra en el panorama musical de la ciudad tras la explosión. Nos hemos puesto en contacto con algunos de los jóvenes músicos fotografiados para preguntar cómo les está ayudando la música a lidiar con las secuelas.

“Como cantante, daba rienda suelta a mi música en estas calles pero ahora ya no existen”, dijo Farah, de 26 años. La pandemia ha sido un duro golpe para el Líbano; muchos negocios tuvieron que cerrar y la gente perdió sus trabajos. Por si fuera poco, la explosión hizo que todo empeorara, puesto que destruyó una de las principales zonas de ocio nocturno de la ciudad, dejando a muchos sin un lugar donde actuar. “Era como mi segunda casa”, dijo. Ahora está trabajando para retransmitir su música por redes sociales, puesto que la mayoría de eventos en persona están prohibidos, y espera poder lanzar un nuevo vídeo musical pronto.

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Farah, 26, zangeres

Farah

Farah estaba en casa cuando ocurrió la explosión. Su familia salió ilesa, pero perdió a un amigo cercano. “Estuve deprimida durante semanas”, dijo, “pero me uní a muchos grupos que limpiaban las calles de Beirut y ofrecían comida y refugio a la gente sin hogar”. Ella y sus amigos están teniendo dificultades para encontrar la creatividad en un momento terrible de crisis y dolor. “Casi todos los músicos que conozco se vieron afectados de la misma manera, no podían transmitir sus sentimientos en las canciones”, dijo.

Ella ya estaba buscando oportunidades fuera del Líbano antes de la pandemia, puesto que vivir de la música sin un trabajo extra era casi imposible en el país. Ahora que la lira libanesa ha caído tanto frente al dólar, no puede permitirse ni siquiera los instrumentos básicos. A pesar de las dificultades, Farah cree que los jóvenes beirutíes podrán encontrar la inspiración finalmente en estas tragedias y convertirlas en arte. “Todo el mundo necesita un trauma para convertirse en quien es”, dijo.

Jack, de 29 años, es hermano de Fara y productor. Ha tenido que ahorrar para poder perseguir una carrera musical, pero ahora compone canciones para cortos cinematográficos, enseña música en la universidad y es batería en un grupo. El día de la explosión, Jack estaba volviendo del estudio, donde había estado produciendo una canción sobre el empoderamiento femenino. “El coche salió rodando al otro lado de la carretera conmigo dentro”, dijo. Recibió solo un par de arañazos, pero su estudio acabó destrozado. “Todo, mi primer equipo de baterías, mi computadora, mis libros. Toda la música. No queda nada, no pudimos salvar nada”, dijo.

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Ahora intenta encontrar un lugar para sus cosas y está buscando trabajo en el extranjero. Aunque su familia, amigos y recuerdos estén en Beirut, ya no reconoce la ciudad y no encuentra ninguna oportunidad para continuar ahí. “Ya no puedo llamar Beirut a esta ciudad”, se lamentó. “Nunca volveré o quizás cuando tenga 60 o 70 años, para morir aquí”. Su familia dijo que se uniría a él.

Farah

Ahora intenta encontrar un lugar para sus cosas y está buscando trabajo en el extranjero. Aunque su familia, amigos y recuerdos estén en Beirut, ya no reconoce la ciudad y no encuentra ninguna oportunidad para continuar ahí. “Ya no puedo llamar Beirut a esta ciudad”, se lamentó. “Nunca volveré o quizás cuando tenga 60 o 70 años, para morir aquí”. Su familia dijo que se uniría a él.

Jack, 29, drummer en gitarist

Jack

Nació en 1991, un año después del final de la guerra civil libanesa que duró casi 15 años. Jack ha vivido también otras dos guerras en el 2000 y el 2006, además de las crisis económicas anuales. “No he vivido como otra gente del mundo”, dijo. Para él y muchos otros libaneses, la explosión fue la gota que colmó el vaso. Ahora, quiere unirse a los 14 millones de libaneses que viven fuera del país, especialmente en Brasil, Argentina, EUA y algunos países europeos y del golfo Pérsico. En comparación, tan solo 6.8 millones de personas viven en el Líbano.

“Solo quiero cosas muy básicas: tranquilidad, electricidad”, dijo Hussein, pianista de 25 años que toca en la banda de Jack. El Gobierno libanés no puede ofrecer electricidad las 24 horas del día en todo el país, así que hay apagones diarios programados que duran tres horas en la capital y seis en otras zonas. “Solo tengo 25 años. No quiero seguir así”, dijo. Hussein se prometió hace seis años, pero no puede conseguir suficiente dinero ni siquiera para los muebles. Es ingeniero informático y también ha trabajado en tiendas para poder mantenerse.

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Jack

Con la mayoría de los jóvenes enfrentándose a dificultades para labrarse un futuro, Hussein dijo que la gente solo quiere despreocuparse y festejar para olvidar los problemas. Obviamente, se han cancelado la mayoría de los conciertos para evitar un aumento en los casos de la COVID que podría colapsar el sistema sanitario del Líbano que ya de por sí es frágil. “Quieren vivir la vida, sin dinero, sin futuro, con cambios de divisa devastadores y salarios reducidos a la mitad”, dijo. Por su parte, los músicos solo pueden llegar a su público a través de redes sociales, lo cual es difícil para Hussein, porque no es lo mismo que estar en el escenario.

Se han permitido algunos eventos después de la explosión, pero los artistas dicen que se percibe la turbación de la gente. Cosette, de 29 años, canta y actúa en el teatro Metro Al Madina del distrito Hamra de Beirut. También trabaja como editora de vídeo autónoma. Dijo que actuar después de la explosión ha sido difícil porque puede ver el dolor en la cara de la audiencia. “Hemos perdido la fe, nuestra serenidad, nuestra pasión por hacer las cosas”, dijo. A pesar de la historia de la ciudad, la explosión pilló a los beirutíes por sorpresa, y arrasó con mucho más de la capital que los años de conflictos. “Podemos predecir la guerra, podemos escondernos, pero no podíamos permitirnos el daño emocional de esto”, dijo.

Cosette, 29, zangeres en theatermaker

Cosette

“Cuando nos golpeaba un problema, solíamos ir a fiestas, cantábamos para que la gente olvidara”, dijo. “Pero ¿cómo puedo cantar en frente de la gente y pedirle que vengan y disfruten de mi música?”. Es un dilema al que se enfrentan muchos artistas en Beirut. Quieren homenajear a las víctimas de la catástrofe y pedir justicia, pero también ayudar a que las familias sean felices y resilientes de nuevo. “Estuve hablando con mi amigo sobre cómo podemos ayudar a la gente y ayudarnos a nosotros mismos a salir adelante”, dijo, “y creo que la mejor forma es cantando”.

Hussein, 25, pianist en zanger

Hussein