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Las freelancers se ven obligadas a defenderse solas del acoso sexual

Las freelancers carecen de protocolos claros cuando un jefe lleva a cabo una acción inapropiada a través de un email o cuando un colega les envía un mensaje privado subido de tono.
Foto por Lund vía Stocksy

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

En el lugar de trabajo tradicional, cuando un compañero hace un avance no deseado o un comentario sexual no solicitado, existe un protocolo establecido: informas del incidente de acoso sexual al departamento de Recursos Humanos y ellos te ayudan a corregir la situación. Pero conforme el número de freelancers ―que ya conforman una población activa de 53 millones de personas tan solo en EE. UU― continúa creciendo, cada vez más empleadas freelancers sufren incidentes de acoso sexual por parte de colegas o supervisores mientras trabajan desde casa, normalmente a través de emails, mensajes de texto, redes sociales o chats de trabajo. Y cuando te dedicas al teletrabajo, el protocolo para el acoso sexual no siempre está tan claro.

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Un estudio llevado a cabo en 2011 descubrió que el 38 por ciento de las mujeres ha experimentado algún tipo de acoso sexual en el lugar de trabajo, un porcentaje que quizá no sorprenda a quienes siguen las acusaciones de acoso en el lugar de trabajo en meses recientes, a través de los medios de comunicación nacionales estadounidenses, los reality shows o la Corte Suprema.

Informar de acoso sexual o de comportamientos sexistas cuando eres una freelancer que trabaja desde casa resulta difícil en muchos aspectos muy similares a los sufridos por las mujeres que trabajan como independientes. Tanto en los trabajos tradicionales como en el teletrabajo, las víctimas a veces tienen miedo a sufrir represalias por denunciar, o a no ser creídas. Especialmente en el caso de las empleadas transgénero, existe un riesgo muy elevado de despido por denunciar el acoso.

Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con muchas empleadas que se están físicamente en su lugar de trabajo, las freelancers no necesariamente tienen acceso a recursos corporativos como el departamento de RRHH, lo que puede convertir el acoso en una experiencia que las hace sentir todavía más aisladas y desprotegidas.

Alice* es una autora freelance que trabajó para una prometedora red de podcasts mediante un contrato informal como teletrabajadora en 2014. Cuenta a Broadly que al principio todo iba bien, hasta que el presentador de un podcast que llevaba mucho tiempo emitiéndose en la misma compañía se sobrepasó con ella en Twitter. Alice había respondido a uno de los tuits del presentador del podcast sobre deportes y él rápidamente llevó la conversación al terreno sexual. Alice le contestó con mano dura, haciendo una broma para que quedara claro lo inadecuada que le parecía la conversación, pero el presentador continuó haciendo avances sexuales.

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Alice dice que los meses posteriores el presentador le envió mensajes privados de contenido sexual inapropiado vía Twitter. "Nunca fue tan directo como la noche que empezó el acoso", explica, "pero estaba claro que intentaba emplear mi interés por su programa para alentar cierto tipo de cercanía entre nosotros. Y aquello, después de lo que me había dicho, me hacía sentir incómoda".

Dice que no contó nada de lo que había sucedido ―aparte de consultar con su marido― por miedo a perder su trabajo. "Estaba aterrorizada y pensaba que, si trataba de hacer algo en respuesta [al acoso], retirarían mi programa de la red, acabando con la mayoría de nuestros oyentes", dice. "También tenía miedo de que el propietario no me creyera".

Por supuesto, el acoso a través de las redes sociales no es nada infrecuente, pero cuando el que acosa es un compañero de trabajo puede resultar incluso más difícil denunciarlo y bloquearlo.

El día que cumplí 22 años me envió un mensaje diciéndome cuánto deseaba empujarme contra una pared y follarme

Natalie, que es escritora freelance, dice que también fue acosada mediante mensajes privados de contenido sexualmente inadecuado por parte de un escritor veterano en el primer trabajo que consiguió. "Durante semanas traté sutilmente de conseguir que se diera cuenta de lo extraño y asqueroso que era aquello sin que se enfadara y pusiera en peligro mi trabajo en la empresa", explica. "Le decía cosas como, '¿Sabe tu mujer que me estás enviando esto? Puedes decirme lo que quieras, pero sólo si tu mujer sabe explícitamente lo que estás haciendo'. Él siempre me ignoraba y cambiaba de tema. El día que cumplí 22 años me envió un mensaje diciéndome cuánto deseaba empujarme contra una pared y follarme. Ahí fue cuando llegué al límite".

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A Natalie nadie le había informado que tenía acceso al departamento de RRHH y no fue hasta que finalmente estalló y le contó a su editor lo que había estado pasando que se enteró de que sí tenía acceso (aunque este no es siempre el caso para los empleados freelancers). Natalie afirma que su editor se sintió "horrorizado y empático" e inmediatamente explicó al editor jefe el acoso que había estado protagonizando el escritor en cuestión. Por lo que ella sabe, la publicación no hizo nada para amonestarle, pero él dejó de acosarla después de que Natalie lo denunciara.

Natalie dice que el acoso la hizo sentir "minimizada" y cuestionarse su carrera profesional. "Para mí, este trabajo había sido una reafirmación de que andaba por el buen camino y que podría triunfar como escritora, pero tan pronto como llegó aquel primer mensaje privado me sentí cosificada y e insultada".

Tan pronto como llegó aquel primer mensaje privado me sentí cosificada e insultada

Aunque Natalie no está sola en su experiencia, actualmente no hay estadísticas disponibles acerca de cuántas freelancers que trabajan desde casa se enfrentan al acoso sexual. Charles Krugel, consejero de RRHH y abogado especializado en gestión de trabajo y mano de obra, explicó a Broadly que tanto la transparencia como los problemas de rentabilidad hacen que sea prácticamente imposible recopilar estadísticas precisas sobre este tema, pero cree que el acoso sexual a las freelancers es algo muy serio. "No es la norma, pero definitivamente existe y puede identificarse", afirma.

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Para aquellas freelancers que desean emprender acciones contra sus clientes, existen todavía más obstáculos que superar. Según Krugel, "muchos estatutos sobre el acoso precisan que exista una acción adversa o tangible relacionada con el empleo, o una acción que amenace de algún modo el empleo. Y este tipo de acciones no siempre son tan evidentes en las situaciones de acoso online. Una mujer freelancer podría tener que demostrar que se ha visto privada de alguna paga u otros beneficios como consecuencia del supuesto acoso".

Técnicamente, bajo las leyes de derechos civiles y las leyes de responsabilidad civil, el acoso en el lugar de trabajo online es básicamente igual que el que se produce en persona, afirma Krugel. "A efectos prácticos, el acoso online no es realmente tan diferente del acoso personal o verbal", explica. "En este caso están en juego las mismas disparidades de poder. Alguien acosa a otra persona empleando el sexo como arma o como medio de controlar al otro". Él cree que el reto para las freelancers, no obstante, es demostrar que existe una "relación tradicional empleador-empleado", lo que significa que "la jerarquía de poder podría no estar fácilmente determinada o no ser explícitamente aparente".

Krugel insiste en la importancia de llevar un registro del acoso cuando suceda y recomienda que las autónomas traten primero de llamar la atención al cliente acerca del acoso. Los acosadores "normalmente no buscan pelea", afirma Krugel. "Por lo general buscan una víctima pasiva. Si el comportamiento acosador se vuelve insoportable o demasiado molesto, entonces debe recurrirse a un tercero, como una agencia reguladora o un abogado. Pero en la mayoría de casos, es mejor ofrecer primero al cliente la posibilidad de enmendar la situación".

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El acoso sexual, tanto si tiene lugar en persona como online, es siempre dañino

Noreen Farrell, directora ejecutiva de la organización a favor de los derechos de las mujeres Equal Rights Advocates, explica a Broadly que todo acoso sexual es peligroso y que es especialmente difícil de gestionar para las mujeres que trabajan en régimen de freelance. "El acoso sexual, tanto si tiene lugar en persona como online, es siempre dañino", dice Farrell. "Mientras que la ley protege a la mayoría de empleados frente al acoso sexual en el trabajo e incluye el acoso que puede tener lugar a través de internet, los contratistas independientes y los freelancers no suelen recibir la ayuda de las leyes anti-discriminación de las empresas".

Dado que las leyes de protección federales no siempre saben solucionar de forma adecuada la realidad a la que se enfrentan las freelancers cuando experimentan acoso sexual, es preciso que también se lleven a cabo más acciones a nivel estatal. Actualmente, Nueva York está a punto de aprobar una ley que solventaría los vacíos que existen en la protección de los freelancers.

El miembro del Consejo Municipal de la Ciudad de Nueva York, Brad Lander, está actualmente trabajando para aprobar una ley anti-discriminación que protegería a los freelancers frente a la discriminación en el lugar de trabajo dentro de la Ciudad de Nueva York. Si se aprueba la ley tal y como está actualmente escrita, "el acoso sexual a un freelancer sería tratado por la ley igual que si se produjera un acoso sexual a un empleado en nómina", explicó un portavoz a Broadly.

El pasado mes de octubre, la Ciudad de Nueva York aprobó la pionera Ley "Freelance Isn't Free" (El freelance no es gratis) para proteger a este tipo de empleados frente al robo de sus salarios. También introducida por Lander, esta ley demuestra que se está progresando en cuanto a los derechos de estos trabajadores al menos en una de las ciudades más importantes de Estados Unidos.

A pesar de la falta de estadísticas y de visibilidad, el acoso sexual a las teletrabajadoras freelancers es un problema real que no hará sino hacerse más importante conforme el número de autónomos siga creciendo. Mientras los legisladores trabajan para proteger a los autónomos, las mujeres que trabajan desde su sala de estar, desde una cafetería, desde una biblioteca o desde una oficina remota por todo el país pueden saber que no están solas y, aunque por ahora están en cierto modo limitados, existen ciertos recursos a los que pueden recurrir que están de su parte.