Nuestra última conversación con Javier Valdez

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Nuestra última conversación con Javier Valdez

"Apréndete esto: aquí ser valiente es ser pendejo".

El reconocido periodista mexicano Javier Valdez Cárdenas fue asesinado este lunes por la tarde en su natal Sinaloa. Como muestra de solidaridad con los periodistas mexicanos, y por el derecho a la libertad de información, nos unimos al paro #NiUnoMas. El día de hoy —martes 16 de mayo— sólo estaremos publicando contenido sobre libertad de prensa.

Para cualquier periodista sensato, era imposible llegar a Culiacán y no hablar con él. Así lo hicimos y él aceptó, aún sin conocernos, a guiarnos en su intrincada tierra natal, por dónde hacerle, cómo ir. Llegó al lugar con su sombrero y su sonrisa, conversó con las mozas, hizo gala de conocer los cafés más ricos que ofrecía la casa, nos invitó a conocer la redacción del semanario que había fundado con otros colegas —Bojórques y Villareal— llamado Ríodoce, su trinchera para seguir haciendo el periodismo fuerte y riguroso que necesitan los momentos más duros.

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Javier Valdez nos explicó pronto lo difícil que era hacerlo en tierra de narcos, cómo había que aprender a convivir con la autocensura para proteger la vida, a reconocer esas líneas móviles que nadie enuncia pero todos ven. A continuación van algunos apuntes de la charla que tuvimos ese día, un viernes de enero, cuando la muerte no andaba rondando como ahora. No había sido asesinada aún Miroslava Breach ni Cecilio Pineda, tampoco Filiberto Álvarez, Ricardo Monliu ni Maximino Rodríguez.

Sí nos dijo aquel día que el trabajo se iba a volver más solitario a medida que avanzáramos, que nos fuéramos con cuidado pero sin temor. Desde la tarde de este 15 de mayo, todos los que intentamos seguir esa senda quedamos un poco más tristes. ¿Qué significa toda esta sangre derramada? ¿A quién se dirige este mensaje escrito con violencia en los cuerpos de los colegas? Ahora, desde nuestras precarias tiendas —porque ni trincheras tenemos— decimos ¡No al silencio! Mala yerba nunca muere.

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Para que entendiéramos cómo había sido el cambio tras la fractura del cartel de Sinaloa fue bien gráfico: "Fue como si un día se armara un pleito armado dentro de tu casa: los amigos, los vecinos, hasta los propios integrantes de la misma familia se disparaban, los de la sala a los del baño, los de baño al patio y los del patio a la cocina".

¿Y eso qué significó para el trabajo periodístico?

"En Río Doce aprendimos a reportear así al narco, a conocerlo, a entender el contexto y las pujas internas que mueven a las organizaciones criminales. Como en todo, siempre se trata de saber en qué suelo estas pisando. Confirmar la información en base a una red de fuentes confiables, de buen nivel y de ámbitos distintos, desde la policía, el Ejército, los propios narcos, pistoleros y hasta los abogados que los defienden. Hemos avanzado mucho, pero aún hay demasiado que no se sabe sobre cómo funciona el cártel".

Igual matizaba la experiencia, decía que Sinaloa no era Tamaulipas, que allí en su tierra los narcos funcionaron siempre como una empresa, que tenían tradición de negociar y hasta de pagar por usar las rutas de tránsito de otras organizaciones criminales.

"No hay en Sinaloa una relación de intromisión en la redacción o una atmósfera amenazante. Lo que sí hay es una línea que aprendes a no cruzar. Si una fuente te pasa un dato, pero a ese ni el Ejército lo toca, ¿qué hace uno? Pues no lo publica. La decisión es saber qué parte de la historia no vas a reportear. La autocensura es sobrevivir, es una forma de no rendirse, de no quedarte contando. Y es, a pesar de lo que parece, una línea que se mueve. Apréndete esto: aquí ser valiente es ser pendejo".

La clave, aseguró, es hacer periodismo y punto. Pero que el buen periodismo está solo porque la sociedad no lo abraza, como si no valiera, como si fuera lo mismo que ese trabajo se haga o no. Que el periodismo es un lugar desolado, nos dijo.

"Eso nos hace más vulnerables, que trabajemos semanas en investigaciones y notas fuertes que después ningún otro medio retoma, ¡ni siquiera la oposición política! Por eso pensamos que si algún día nos hacen algo, tampoco va a pasar nada. Es una convivencia macabra la que nos toca en Culiacán con el narco, pero creo que las palabras, esta vez, se quedan cortitas".