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— Trivializa el dolor y la muerte.
— Falta al respeto de la dignidad y el dolor de las víctimas.
— No aporta a la historia… Es parte de la sociedad del espectáculo. Además, convierte a las víctimas en objeto para el morbo misógino: el evento y el dolor son irrelevantes. La foto es inútil.La idea que resume todas las críticas es la pornomiseria: imágenes que explotan la motivación oculta de las personas por lo inapropiado, volviendo sexy el sufrimiento ajeno de una forma tan perturbadora que se disfruta en silencio. Edmund Burke y Georges Bataille son citados por Susan Sontag en el libro Ante el dolor de los demás, donde el primero dice que "no hay espectáculo buscado con mayor avidez que el de una calamidad rara y penosa", mientras el segundo lo describe como una mortificación a los sentimientos y a la vez una liberación erótica. Coinciden en la forma automática, instintiva e inevitable de este impulso. Vale la pena preguntarse si en verdad es tan automático, o más bien una mala costumbre colectiva… sabiendo esto podemos diferenciar la foto del diario Ole con la publicada por El Espectador; las dos están envueltas por la muerte en evidencia, la ponen en primer plano, pero lo hacen de maneras muy diferentes y en función de efectos opuestos.Susan Sontag dice que las imágenes de lo atroz "pueden […] fortalecernos contra las flaquezas. Volvernos más insensibles. Reconocer la existencia de lo irremediable", lo cual no tiene por qué significar resignación o derrota. "Las personas son a menudo incapaces de asimilar los sufrimientos de quienes tienen cerca".La foto de la niña nos obliga a retorcernos de alguna manera. No acaba con el dolor: su intención es resaltar el sufrimiento, no remediarlo. No escapa de la fuente del problema, nos enfrenta y con sentimos cuán genuina es nuestra susceptibilidad ante el dolor ajeno, porque nos duele y no podemos mirar más, o porque la miramos sin quitarle los ojos para entender, da igual, ya ha tocado una fibra.Estas son fotos que se repiten a diario. Lo importante de detenerse a leerlas es que no caigamos en la anestesia que pueden producir cuando vienen en masa. O nos sacudimos la indignación y aprovechamos el espejo que representan las fotografías para mostrarnos nuestras propias conductas colectivas o aceptamos la auto-censura y permitimos la normalización del sufrimiento.* Esta es una columna de opinión y no representa las posturas de VICE Media Inc.