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Pero el crecimiento ha acarreado otros problemas, como el calentamiento del planeta debido a las emisiones de carbono, los fenómenos atmosféricos extremos y la pérdida de biodiversidad y agricultura que todo ello conlleva. Por todo esto, ciertos activistas, investigadores y actores políticos han puesto en tela de juicio el dogma de que el crecimiento es positivo. Este escepticismo ha derivado en el movimiento del decrecimiento, que postula que la progresión de la economía está intrínsecamente vinculada a un incremento de las emisiones de carbono y propone una reducción drástica del uso de la energía y los materiales, medida que a su vez supondría un descenso del PIB.El Green New Deal, popularizado por Alexandria Ocasio-Cortez, busca reducir las emisiones de carbono potenciando la industria de la energía renovable. Sin embargo, la corriente del decrecimiento defiende que hay que ir un paso más allá y provocar una revuelta social que desmonte el concepto del progreso y el crecimiento económico de una vez por todas. Este nuevo modelo de éxito económico se centraría en el acceso a los servicios públicos, una semana de trabajo más corta y más tiempo de ocio. Este enfoque, aseguran, no solo contribuirá a la lucha contra el cambio climático, sino que nos liberará de la cultura del trabajo y las horas extra en la que muchos se ven envueltos para poder llegar a fin de mes.
La corriente de decrecimiento actual tiene su origen en Francia: a principios de la década de 2000, el profesor de Antropología Económica Serge Patouche, de la Universidad de Paris-Sud, comenzó a escribir apasionados artículos sobre décroissance en Le Monde Diplomatique. Si bien rendía homenaje al informe The Limits of Growth, la décroissance ampliaba el concepto. La pregunta ya no era si había un límite al crecimiento. La nueva cuestión tenía una dimensión mucho mayor: ¿cómo podemos imponernos un límite al crecimiento cuando toda nuestra estructura económica y política está basada en él? ¿Cómo organizamos una sociedad que facilite altos niveles de bienestar humano en el contexto de una economía menguante?El decrecimiento está ahora en boga entre los miembros de la izquierda y los académicos de todo el mundo; sus partidarios son economistas, ecologistas, socialistas democráticos y activistas de todas las edades, que ven el mundo poscrecimiento como un modo de cambiar radicalmente nuestra forma de medir el éxito y el bienestar y abordar las desigualdades sociales y económicas al tiempo que salvamos el planeta.Esta visión del futuro tan atractiva está ganando terreno. La primera conferencia internacional sobre decrecimiento se celebró en Paris en 2008 y atrajo a cerca de 140 personas; desde entonces se han celebrado otras cinco conferencias. A la de 2018, sobre poscrecimiento, acudieron más de 700 personas. También ha habido un aumento de los artículos académicos y libros que versan sobre el decrecimiento, y en 2018, 238 académicos firmaron una carta publicada en The Guardian en la que se hacía un llamamiento para que se tomara en serio un futuro basado en el poscrecimiento."El decrecimiento implicaría la posesión de menos objetos materiales: un menor número de personas dedicadas a trabajar produciendo materiales, un menor número de marcas y menos productos baratos y desechables, entre otras cosas"
En última instancia, el decrecimiento implicaría la posesión de menos objetos materiales: un menor número de personas dedicadas a trabajar produciendo materiales, menos marcas disponibles en las tiendas, menos prendas de una sola temporada y menos productos baratos y desechables. Las familias tal vez tendrían un coche, en lugar de tres; cogeríamos el tren en vez del avión para irnos de vacaciones, y el tiempo libre no lo dedicaríamos a irnos de compras, sino a realizar actividades que no implicaran gastar dinero con nuestros seres queridos."Trabajar menos, ganar menos y reducir el consumo de bienes materiales seguramente tendría un impacto negativo en la calidad de vida de la mayoría a no ser que la sociedad supliera esas necesidades"
Pollin coincide en que la reducción del PIB contribuiría a reducir las emisiones, pero no de forma significativa. Contraer la economía un 10 por ciento supondría una reducción de las emisiones en un 10 por ciento. En términos económicos, esto provocaría un escenario dos veces peor que el que se produjo durante la Gran Recesión; en otras palabras: un potencial de riesgo social muy alto para lograr solo un 10 por ciento de reducción de CO 2.“Lo que debe reducirse a cero es la industria de los combustibles fósiles, pero hay que expandir enormemente los sistemas de energías limpias, la inversión en energías renovables y la eficiencia energética”
Incluso en periodos de crecimiento generalizado, a los millennials se los catalogó como “la generación quemada”. Muchos tienen dificultades para encontrar y mantener un trabajo o una vivienda asequible o pagar el seguro médico."Es gracioso que el hecho de que te robe el coche y lo venda, por ejemplo, contribuya al crecimiento, pero cuidar a una persona anciana o criar a tres niños perfectamente integrados no”